ÀRBOL DE NAVIDAD

La costumbre de adornar árboles o ramas en los últimos días de diciembre tuvo sus orígenes en el Norte de Europa, muchos siglos antes del nacimiento de Cristo.
Las características principales: su follaje verde y las luces, estaban asociadas con el Solsticio de Invierno, cuando la naturaleza parece muerta. Las ramas verdes se usaban en un rito mágico destinado a propiciar el retoño de las plantas y a la victoria de la luz sobre las tinieblas.
Luego se considero al árbol como el descendiente directo del "Árbol del Mundo", de los escandinavos, cuyas ramas y raíces, según la mitología unían el cielo, la tierra y el infierno.
Para los escandinavos el árbol era el símbolo de la duración y la renovación de la vida, el verde de sus hojas el emblema de la inmortalidad.
Entre los germanos se tenía la creencia de que un gigantesco árbol sostenía al mundo y que en sus ramas estaban colgadas las estrellas, la luna y el sol. Para ellos se trataba del divino Idragsil, al que rendían pleitesía cada fin de año cuando se renovaba la vida, por eso adornaban un encino con antorchas encendidas, y en torno a él, bailaban y cantaban a los espíritus del bien.
De Alemania se extendió la costumbre del árbol navideño a todo el mundo gracias a los inmigrantes.
Las ramas del pino simbolizan la vida eterna que trajo Cristo al mundo, las velas y los objetos brillantes representan el advenimiento de la luz.